sábado, 26 de marzo de 2011

EN CAMPAÑA


Cuando tenía unos 30 años salió de su pueblo. Lo primero que hizo Jesús fue juntarse con el pueblo pecador (Lc. 3,21) para recibir el bautismo de penitencia que impartía Juan el Bautista. Aunque Jesús no tenía pecado (Jn. 8,45; Hebr 4,15) era solidario con su pueblo, uno más entre ellos. Los evangelios nos dicen que ese Jesús, que siempre fue Hijo de Dios, por ese hacerse hermano solidario de los hombres, fue proclamado públicamente: "Tu ere mi Hijo a quien yo quiero, mi predilecto" (Mc. 1,11) ¿Podemos ser "hijos de Dios" si no somos hermanos solidarios de los hombres?
Juan el Bautista había reprendido al Rey Herodes por el escándalo que daba viviendo como un adúltero con una que no era su mujer, que además era su cuñada, casada, "y por sus demás crímenes" (Lc. 3,19-20). Herodes lo puso preso (más tarde le cortó la cabeza, débil ante la ambición, odio y espíritu vengativo de su concubina: Mc. 6,17-29).
"Cuando entregaron a Juan, Jesús se fue a Galilea a proclamar de parte de Dios la buena noticia", que Dios viene a reinar entre nosotros: "Se ha cumplido el plazo, ya llega el reinado de Dios" (Mc. 1,14-15).
Y presenta su programa:
"El Espíritu del Señor está sobre mi, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar al año de gracia del Señor" (Lc. 4,18-19).
E inmediatamente se pone Jesús a mostrar en qué consiste concretamente ese reinado de Dios, por dónde comienza:
- y busca un grupo de seguidores, que sean amigos suyos y amigos entre sí, amigos en el Señor (Mc. 1,16-20; 2,14; 13-19);
- combate el poder de los espíritus del mal, los expulsa, libera de ellos al hombre (Mc. 1,23-28); la ignorancia era mayor en aquellos tiempos, y eran muchas las personas a las que los "espíritus" atormentaban el cuerpo y el alma;
- cura, restaura la vida del pueblo para el servicio (Mc. 1,29-34: en cuanto a la suegra de Pedro "se le pasó la fiebre y se puso a servirles");
- libera de su enfermedad, vergüenza y soledad al leproso marginado por la familia y la religión, y lo reintegra a la sociedad (c. 1,36-39);
- perdona y cura al pecador atormentado y paralítico (Mc. 2,1-12);
- denuncia que no hay cosa más impura que el puritanismo de los "justos", "separados", que desprecian a los que no son "puros" como ellos (Mc. 2,13-17);
- respetará viejas costumbres de personas y grupos, pero sin admitir componendas, remiendos, mezclas, encorsetamientos para la novedad revolucionaria de su "evangelio" (Mc. 2,18-22);
- defiende, arriesgando conscientemente la vida, que el hombre y sus necesidades primordiales están antes que cualquier ley, aun la religiosa (Mc. 2,23-27);
- que la ayuda al necesitado (y es nada menos que "hacer bien", "salvar una vida") está por encima de todas las normas, aun las religiosas (Mc. 3,1-5).

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